Experiencia

Los relatos cortos

Cuentos de novia y otros eventos

Como un Virginia

por Anónimo

Hola, me llamo Virginia, Virginia López Pons.

Como muchas de vosotras, tengo la ilusión de algún día vestirme de blanco y comprometerme con el hombre de mis sueños. Mi vida no es tan diferente a la vuestra, sólo que para mí, ese momento aún no ha llegado. Aun así, te puedo decir que soy una experta en bodas y sobre todo en el vestido de novia. El motivo de este retraso no es más que una casualidad del destino. Pero no estamos aquí para hablar de mi vida, sino para contaros lo que ocurre en este mundo tan peculiar y tan espontáneo donde de repente todo puede cambiar: El mundo de las novias. He tenido miles de clientas y novias como tú, y créeme que ninguna comedia romántica dulce o culebrón, en el que aparezcan cientos de novias histéricas, madres con el corazón roto, novios abandonados o simplemente rivalidades entre amigas, se parece a la realidad. Ni una, créeme.

Para contarte estas historias, las del 'mundo de las novias', primero tengo que sentarme en un segundo plano, ya que no suele pasar nada, sin antes decir 'las palabras mágicas', esas que probablemente marcarán el resto de tu vida. No me refiero al momento en el que estarás frente al altar con un micrófono a cinco centímetros de tu boca, a punto de dar el 'Sí' definitivo, sino al momento por el que probablemente has esperado, sufrido, trabajado, competido o simplemente has pasado sin que -espera- haya llegado espontáneamente a tu vida. Estamos hablando del momento en que ese hombre, 'nuestro hombre', ese ser como el ideal, nos pregunta si queremos formar parte de un proyecto de vida juntos.

Resumiendo las innumerables horas que pasé escuchando las historias de cada una de mis clientas, mientras decidían el vestido de sus sueños, descubrí que las reacciones y pensamientos femeninos ante esta singular cuestión eran muy diferentes y complejos. Finalmente, las mujeres somos así, todo depende de cómo hayamos soñado ese momento:

¡¡¡¡¡Ana - Sí!!!!! ¡¡¡Sí!!! ¡¡¡Si, si!!! ¡Lo de menos es la boda, pero el futuro!

¡¡¡¡¡Mónica -Wow!!!!! ¡¡¡Por fin se ha decidido!!! Por fin, mis años invertidos serán recompensados.

Susana - Roberto ...bueno .... sí ...pero hay algo que debo decirte antes de .... ¡¡¡Oops!!!

¡¡¡¡¡Carmen - Bingo!!!!! ¡¡¡Ya puedo ser la señora Petterhoff!!! ¡Muéranse perras!

Lucía -¿Y si vivimos en una unión libre?

María - Luis, estás borracho, y por cierto, no me llamo Carla.

Todo tipo de situaciones y respuestas han dado lugar a las historias que conozco.

Independientemente de la pregunta y contemplando que la respuesta sea afirmativa por tu parte, este momento tan significativo suele venir siempre con una caja que contiene "la gran sorpresa". Comprende que la percepción de "gran" también refleja las posibilidades económicas de tu pareja, y que debes ser consciente de ellas, para no disgustarte o decepcionarte. Lo importante es el hecho, no la distancia.

-Jorge... la piedra cayó .... No cariño, ahí está. ¡Ah! Vaya, tengo los ojos cansados, discúlpala.

Una vez colocado el anillo en su dedo, comenzarán a surgir una serie de sensaciones desconocidas para usted hasta ese momento. Diferentes tipos de preguntas abordarán tu cabeza, y empezarás a notar cosas que antes no eran importantes para ti. Una especie de preocupación existencial y de perfeccionismo comenzará a invadir tu vida, sacando tu lado vulnerable. A medida que se acerque la fecha de la boda, tu estado de ánimo empezará a cambiar radicalmente, es sólo cuestión de tiempo. Es probable que te conviertas en una especie de Smeagol, que sólo con mirar su anillo entrará en posesión. Lo ideal es que no te obsesiones, la boda no es un examen, y el anillo no es tu calificación, es un símbolo.

Una vez tuve una clienta que se casó sin conocer su anillo de compromiso. Daba por sentado que el anillo existía, en algún lugar, y que no tenerlo era una cuestión de vida o muerte. Suena raro, ¿verdad?

Ese día, Carlos había decidido pedir la mano de Luisa en un exclusivo restaurante japonés. Durante mucho tiempo, Luisa se había ilusionado con la idea de que ese "gran momento" la cogiera por sorpresa, y así fue. Carlos había pedido a uno de los cocineros que introdujera el anillo de compromiso de Luisa en una bola de cremoso helado, su postre favorito. La cena continuó de forma romántica hasta que llegó la hora del postre. Luisa parecía estar impaciente por terminar el manjar, ya que iban a pasar una velada junto a sus amigas. Carlos estaba nervioso, mirándola, mientras aparecía la intriga de no ver su anillo; suponía que alguien en la cocina podría habérselo robado. Luisa prácticamente había devorado la última cucharada de postre, sin tener noticias de ese objeto. Carlos, asustado, decidió levantarse discretamente para preguntar qué había pasado con el anillo, cuando de repente oyó que los platos y los cubiertos se caían de la mesa, haciendo un silencio abrumador en el restaurante.

Al darse la vuelta, encontró a Luisa abrazándose el cuello con las manos desnudas. Luisa no podía hablar, estaba desesperada y era evidente que tenía algo atascado en la garganta, ¡se estaba asfixiando! Carlos no sabía qué hacer; no era el mejor momento para decirle a Luisa que lo que se estaba tragando era su propio anillo de compromiso, ya que ese día debía ser uno de los más especiales de su vida. Carlos, levantándose consternado, cogió a Luisa en brazos y empezó a estrujarla. La puso de cabeza, de rodillas, la golpeó en el pecho, en la espalda, e incluso le metió los dedos en la garganta... Pero Luisa seguía ahogándose y cambiando los tonos de su cara. Juan, desconsolado e impaciente ante la situación, decidió confesarle a Luisa que lo que tenía en la garganta era una propuesta de matrimonio truncada. En ese momento pareció que Luisa retenía el poco aire que le quedaba y mirándola a los ojos, levantó el dedo índice, doblándolo afirmativamente. La reacción de Carlos, ante la emoción por la respuesta de su amante, hizo que la abrazara de tal manera que el anillo salió despedido de la garganta de Luisa, para luego encontrar descanso en el fondo de una alcantarilla. Agotada, se abrazó a Carlos y con el poco aire que le quedaba exclamó un ¡Sí! ¡Sí, quiero! Que hizo aplaudir a los comensales presentes que contemplaban la escena.

Luisa nunca conoció su anillo de compromiso. ¿Quién sabe cuántas cosas pasaron por su mente mientras sufría aquel incidente? Lo cierto es que, a partir de ese día, el sentido del compromiso para los dos cambió; entendieron que más allá de lo que representa un objeto, lo que sucedió ese día les enseñó que el amor que sentían el uno por el otro sería siempre lo que los mantendría a salvo.

Ahora Luisa y Carlos tienen tres hijos, y cuelan la comida todos los días.

Nos vemos en la próxima historia, XoXo.

Virginia.


mencionado en esta historia
No se ha encontrado ningún artículo.
también te puede gustar Más de

Experiencia