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Nuestro amor por la muerte

Nuestro amor por la muerte

Por Mónica Belén

Cuando le preguntaron al ganador del Oscar Guillermo del Toro sobre su extraordinaria capacidad para ver el lado oscuro del ser humano, la fantasía y el terror y al mismo tiempo ser un hombre alegre y generoso, su respuesta fue de lo más sencilla y compleja a la vez: "Soy mexicano... los mexicanos amamos la vida porque somos muy conscientes de la muerte". Y así es, desde tiempos ancestrales en México tenemos un sutil acercamiento a la muerte no por fascinación sino por la esperanza de que en un espacio desconocido, los seres queridos que han fallecido permanezcan y una noche al año, lleguen al hogar o lugar donde los vivos, nosotros, los estamos esperando.

Desde las mascotas que fueron compañeros de vida, hasta los niños y adultos, los mexicanos creemos que tienen un permiso especial durante el otoño para visitarnos, el 27 de octubre es el día de las mascotas, el 28 de octubre es el día de los difuntos trágicos, el 30 y 31 de octubre es el día de los niños difuntos no bautizados (según la tradición católica), El 1 de noviembre es el día de Todos los Santos, las personas que llevaron una vida ejemplar y los niños bautizados y la gran fiesta es el 2 de noviembre que comienza al amanecer y se espera a todos los seres queridos fallecidos son estos días durante los cuales acompañan a los vivos, nosotros.

Para recibirlos preparamos una mesa con todo lo que solían disfrutar en vida, la llamamos OFRENDA, colocamos la fotografía de la persona que esperamos, flores de cempasúchil (flor naranja o roja de olor dulce), decoramos el lugar con grandes hojas de papel de colores, en un ambiente solemne pero festivo, comida de todo tipo: tamales, mole, frutas y si le gustó beber alcohol no puede faltar la botella de tequila o brandy y los cigarros, calaveras (calaveras) de azúcar o chocolate, siempre acompañadas de un buen pan de muerto, este manjar es un pan especial que sólo se hace en estas fechas con sabor a limón en forma redonda coronado con adornos de huesos también de pan y azúcar, velas para iluminar la noche. En las escuelas los niños se organizan para poner su OFRENDA dedicada a un maestro o cantante, hay concursos de las llamadas: Calaveritas que son rimas divertidas sobre una persona o evento que siempre involucran la muerte alegre y elegante: La Calaca, La Flaca, La Huesuda, La Catrina. Este personaje fue un regalo a los mexicanos (y al mundo) del extraordinario José Guadalupe Posada, caricaturista y crítico de la dictadura que vivió México durante 37 años a manos de Porfirio Díaz a principios del siglo XX. La Catrina y El Catrín son dos personajes vestidos de alta costura que surgieron como una crítica social a la opulencia de las clases sociales altas mientras el pueblo pasaba hambre, pero esa es otra historia.

En lugares como Janitzio y Pátzcuaro ambos en el estado de Michoacán, Xochimilco y San Andrés Mixquic en la Ciudad de México, Cuetzalan en Puebla, entre muchos otros celebran el Día de Muertos (2 de noviembre) con eventos rituales y culturales, miles de visitantes de todo el mundo acuden a los cementerios de estos municipios para presenciar las celebraciones alrededor de las tumbas, el ALTAR, la OFRENDA (comida, flores, velas) se coloca sobre o alrededor de la tumba, decorada muy ostentosamente, se llevan mariachis o bandas musicales y la gente pasa la noche allí, en un ambiente de alegría y respeto que se prepara hasta con 3 meses de antelación. Alumbrada es el nombre que recibe el encendido conjunto de velas por parte de los familiares del difunto alrededor de la tumba. En la Ciudad de México se celebra, entre otras cosas, con un gran desfile desde 2016 con la utilería utilizada en la filmación de la película "Spectre" del agente 007. En la Ciudad Universitaria, sede de la Máxima Casa de Estudios de México hay un concurso de OFRENDAS, ALTARES, más de 300. Todas basadas en la tradición del pueblo azteca del centro del país para el que Mictlantecutli era el dueño y señor del lugar de los muertos, el Mictlán. También era considerado el dios del inframundo y regía dicho destino junto a su esposa Mictlancíhuatl.

En pocas palabras y para evitar malentendidos en México hablamos el idioma universal: El AMOR que sirve de puente entre la vida y la muerte. Es lo que sentimos por los que ya no están lo que transforma el dolor de la pérdida en esperanza y alegría por un día al año donde, de alguna manera, algo dentro de nosotros, por cultura y tradición nos anima a esperarlos, a compartir música, comida, bebida y charla con ellos. Recuerdo que cuando era niña, al pasar el Día de Muertos, le pedía a mi madre que me comiera el pan y los dulces de la ofrenda, ella me decía que no, que eran de ellos y que ya se los habían comido, ¿cómo? Todavía los veo en la mesa. Ella se rió, pruébalos, ya se han llevado su alma. Me reí, un día me llevé los chocolates y el pan de los muertos, tengo que reconocer que es así, sí, realmente esa comida no tenía sabor, ni olor, ni alma... Así es como cada año conservamos lo que la UNESCO ha denominado Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, la Tradición del Día de los Muertos.

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